Antes, cuando no existían los teléfonos inteligentes ni internet en todas partes, la gente se aburría más a menudo. Y eso no era malo. Cuando nos aburrimos, nuestra mente no se apaga. Al contrario, empieza a trabajar de forma diferente. Sin tantas cosas llamando nuestra atención, podemos tener ideas nuevas o encontrar soluciones a problemas que teníamos. Es como darle unas vacaciones a nuestro cerebro para que luego funcione con más energía.
Además, estar siempre conectados a pantallas y recibiendo información nos cansa mucho, aunque a veces no nos demos cuenta. El aburrimiento nos da una pausa necesaria. En esos momentos de calma, podemos pensar en nosotros mismos, en lo que sentimos o queremos, sin la prisa del día a día. Aprender a estar sin estímulos constantes es importante para no sentirnos agobiados o estresados.
Al principio, si intentas estar sin hacer nada, puede que te sientas un poco raro o incómodo. Esto es normal porque estamos muy acostumbrados a estar siempre entretenidos. Pero con un poco de práctica, descubrirás que esos ratos de “no hacer nada” son en realidad muy buenos. Así que la próxima vez que te sientas aburrido, no busques rápido el móvil. Prueba a mirar por la ventana, a escuchar los sonidos a tu alrededor o simplemente a estar quieto un momento. ¡Tu mente te lo agradecerá!